E. Molina

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«A veces inventan un mundo sin saber
que no se entra jamás,
que hay que permanecer afuera de la Historia».

-Enrique Molina-

E. Molina



«Y ahora, por Dios, nada de imprecisiones,
el viento,
sobre la mesa revientan espumas, los muros no existen,
el viento».

-Enrique Molina-
















ABRIGO ROJO

A DIARIO

El Laberinto

martes, 9 de octubre de 2012

MI MALETA






MI MALETA













   Te escribo para decirte que necesito una maleta. De color beige y marrón, marrón claro en el refuerzo de las esquinas, una maleta casi de piel. Aprovecho para explicarte que no me puedo salir de éste trocito de suelo hasta que tenga mi maleta.


Adivino unas puertas blindadas, me he quedado dormida apoyada en esa pared y he soñado con cierto lugar en el que había puertas herméticamente cerradas, de tal manera que todo lo necesario debía ir a buscarlo a una maleta, ciertamente de piel y no de hierro o cartón como las puertas. Si te fijas, está saliendo ya el sol, todo el paisaje se ve a través de la luz casi fría del día incipiente, se puede escribir sobre el campo, tenuemente, sin apretar, están nuevos los lapiceros, no te imaginas lo que se puede llegar a sentir con ese olor a madera recién nacida. No te puedes imaginar lo que se puede llegar a añorar una maleta de esas características. 


Pasan algunos coches, van a Madrid; otros vienen, regresan desde cualquier parte del mundo, me saludo, yo regreso con ellos para poderme saludar a mí mientras espero que me construyas una maleta. 


No debes precipitarte, los objetos que deben estar en ella son de crucial importancia para cualquier viaje y también para cualquier prolongada estancia allí donde te toque ir. El cucurucho metálico para la leche, la muralla de palos de madera de encina, la pelota pequeña rojo con amarillo, los trajes de la muñeca de verano e invierno, las escaleras de piedra de tres pasos (fundamentales  en la elaboración de los sueños); las cucharillas pequeñas hechas a la medida de una circunferencia, los triángulos, las matemáticas, los mitos, el alfabeto, las nubes y el río; las impresiones que sobre ellas grabé antes de desplazarme, el vaho incandescente de la persona que era mi abuelo, las pisadas de ella sobre las losas rojas de los domingos pasando de la cocina a la alcoba mientras en el pasillo, a través de la puerta, llegaban hasta nosotros varios rayos de sol de mi historia candente… la palangana, el espejo, las burbujas con el jabón, algún que otro plato descascarillado, el ensanchamiento paradisiaco de las siestas, lo que de imprescindible hay en las puestas de sol, la certeza de que vendrá la noche… la geografía inagotada de cada tarde, aún donde allí, ahora, lejos, esta manera de relatar indemostrable.


Y después, el post data donde dejo constancia de que habité, pese a la eterna demora que representa el recuerdo. A pasos talladamente diáfanos, te iré diciendo lo que me es imprescindible que incluyas en la maleta.

















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